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Cristo siempre llega a Tiempo...

Después de todo el NUNCA nos deja... (Basado en la lectura de Mateo 14:29-31) "29 Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. 30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: !!Señor, sálvame! 31 Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: !!Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?"

Algo difícil de pensar, algo difícil de vivir, algo difícil de ejecutar, es el creerle a Dios cuando todo se nos torna difícil, cuando la tormenta está en su punto más fuerte. Cuando no hayamos salida a nuestro encierro. Cuando la oscuridad es tan densa, que no distinguimos el horizonte y solo pensamos en que vamos a sucumbir. Cuando nos sentimos tan solos que ni siquiera sentimos compañía de la soledad misma. La barca está por hundirse, nuestra fe se torna débil y hasta insuficiente. Pero de pronto levantamos la cabeza, y vemos algo sobre las aguas. No sabemos que es o quién es. No lo podemos distinguir y hasta confundimos la imagen de lo que vemos con un espíritu... con un fantasma. La oscuridad es tan densa, los vientos son tan fuertes, las aguas casi nos hacen naufragar. Pero seguimos mirando a esa silueta que no sabemos qué o quién es por lo negro del momento en que vivimos. Pero mientras más se acerca, más se va definiendo, más real se está haciendo, y ni siquiera sabemos que es Cristo. Pero entonces, con la poquita de fe que nos queda, nos atrevemos a decir: "Señor, si eres tú, has que yo vaya a ti." Y oímos la voz que dice: "Ven..." Y nos lanzamos a las aguas turbulentas, comenzamos a caminar sobre ellas con una mezcla de temor y confianza, pero todavía no estamos seguros si aquel es Jesús. Las olas se hacen más fuertes por nosotros haber dejado la poca seguridad de la barca, sentimos más fuerte el viento, pues ahora hemos dejado la seguridad de nuestros compañeros, que al menos luchaban junto a nosotros. Y es tanta la turbulencia, porque al meternos en lo profundo del problema comenzamos a hundirnos, y entonces nos atemoriza la muerte. El agua nos hala hacia lo profundo, como arena movediza, y mientras más tratamos de quedarnos a flote, más y más cedemos ante el turbión. Entonces, volvemos a recordar que nos queda un recurso: Clamar! Y lo hacemos: "Señor, sálvame que perezco." Cristo acabó de llegar casi al borde de nuestra destrucción total, pero fue ahí en ese momento crítico, en ese momento de casi total devastación, que pudimos ver claramente que quien caminaba sobre las aguas no era un fantasma, no era una silueta... era el Hijo de Dios, el Creador de todas las cosas y quien tenía absoluto dominio sobre nuestra situación. El entonces oyendo nuestro clamor, extendió su mano. Y tenga por cierto, que en ese momento, nos abrazamos a El, y ahora abrazados a El, caminamos de regreso a la barca, y por nuestro débil atrevimiento pudimos caminar con el Maestro, al lado del Maestro y Señor, quien llegando a nuestra barca, trajo paz, trajo calma y trajo confianza. La fe retornó. La seguridad retornó. Todo cambia cuando Cristo llega! Y ahora no estamos solos, también nos ha dado su Espíritu y su Palabra Viva!


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